domingo, 16 de noviembre de 2008

Extremadamente duro

Viernes, 14 de noviembre. 20,30 h. Quedan dos horas para que comience uno de los concierto que "Extremoduro" ofrece en Madrid como final de su gira.

El Palacio de los Deportes es testigo de las chiquilladas de la policía en sus aledaños. Mientras algún hombre muere a navajazos o alguna muchacha es violada en algún otro recondito callejón de la capital sin encontrar consuelo a sus males ni ayuda de ningún agente de la autoridad, el Cuerpo Nacional de Policía destina a un gran número de sus efectivos a los alrededores del colosal edificio cercano al metro de Goya. ¿Por qué? No lo se. A pesar de llevar uniformes que simbolizan el poder ferreo de la autoridad, se dedican a jugar al perro y el gato con la buena gente que allí se encuentra sin hacer mal a nadie. Sin embargo, el Cuerpo Nacional de Policía parece ver con malos ojos que la gente se divierta de forma pacífica y limpia.

En mi mano derecha llevo un vaso de mini cargado de hielos, vino y Coca-Cola. En mi mano izquierda una bolsa con más hielos, más vino y más Coca-Cola. Nunca pensé que cargar con estas cosas fuera motivo de tanta discordia. Miro a mi mini otra vez para ver si consigo adivinar donde esta el motivo de que tenga que estar "huyendo" de la policía. Sin embargo, en mi estructura mental sigue sin encajar esa pieza. En la superficie líquida del contenido del vaso yo veo una inofensiva diversión, las ganas de pasarlo bien y todo lo bueno y bello de la vida; lo que llevaba esperando toda la semana y lo que me hace sonreir después de cinco días de estudio y dedicación a mis obligaciones como ciudadano. "Ellos" deben de ver todo lo malo del etanol, a los escasos indeseables que no saben beber sin montarla y a los que luego lo dejan todo tirado por las calles ensuciando todo lo que tocan.

Poco a poco se va despejando mi mente y veo la claridad, ya va encajando la pieza: Pagan justos por pecadores. Aún así, seguimos escapando de los numerosos efectivos de la policía; la misma policía de la que se acuerda la muchacha que están violando y el hombre al que están cosiendo a navajazos. Mientras unos cuantos jóvenes reciben multas por beber de manera pacífica en la calle, un violador y un asesino salen indemnes de sus fechorias.

Maldito sistema injusto.